CAPITULO XXV
—Y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: «Vuestro
hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura». Y hará poco al caso que vaya de
mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni
leer y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los
suyos han
sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto
mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en
doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer
la tierra, no la he visto cuatro veces, y aun podrá ser que destas cuatro
veces no hubiese
ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con
que sus padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado.
—¡Ta, ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la
señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
—Esa es —dijo don Quijote—, y es la que merece ser señora de todo
el universo.
—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una
barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza
de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del
lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora!
GLOSARIO
Platónico: sentimiento de amor idealizado.
Recato: cautela, reserva...
Zagal: joven, mozo, pastor...